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La verdad como horizonte




Entrevista a Fernando Andacht
Por: Tomás Gaeta

Entrevista en formato multimedia aquí.

Al igual que Guillermo de Baskerville en El nombre de la rosa, Fernando Andacht pasaba sus días de estudiante leyendo en un salón oscuro, devorando todo libro interesante que cayera en sus manos. Pero a diferencia del protagonista, Andacht no descubriría un libro envenenado sino algo mucho más preciado: la semiótica. Las teorías de Ferdinand de Saussure y de Charles Sanders Peirce serían el comienzo de una larga trayectoria como semiólogo e investigador que hasta el día de hoy continúa.
 Hace 30 años que me zambullo y trato de nadar lo mejor que puedo en el pensamiento de esta semiótica lógica y aplicarla en la vida cotidiana”, dice Andacht. Realizó su maestría en lingüística en Estados Unidos y su doctorado en filosofía en Noruega. Publicó más de 100 artículos académicos y también escribió nueve libros de investigación, desempeñándose mientras como docente de licenciatura, posgrado y doctorado en Uruguay, Argentina, Brasil y Chile. En la ciudad canadiense de Ottawa dio clases durante casi 10 años y hoy es profesor titular grado 5 en la Facultad de Información y Comunicación desde julio del 2015. Si de verdad se puede nadar en las aguas de la semiótica, Andacht es el Michael Phelps uruguayo.

¿Cómo explicarías la semiótica a alguien que no sabe nada sobre ella?
Siempre menciono en las clases esa especie de desafío en la televisión, la uruguaya, la comercial —que para mí sigue siendo bastante precaria— que te dicen: “en 30 segundos cuénteme que es la semiótica”. Diría que lo básico es tratar de entender cómo se entiende: no hay ámbito humano (cotidiano, científico, romántico, el que uno quiera mencionar), donde no funcionen nuestros signos gestuales, verbales o de otro tipo. No hay forma de llegar al otro que no se valga de un medio. Ese medio tiene que afectar uno de los cinco sentidos o puede ser lo multimedia, que está muy de moda. Por ejemplo, cuando camino por las calles y siento olores o camino de una manera especial por los adoquines de la calle: en todos esos momentos el cuerpo, al igual que la mente, está interpretando. La semiótica se dedica a estudiar esa especie de sístole y diástole, ese proceso de ida y vuelta: representar algo del mundo a otro de lo que te pasa, de lo que sentís. Eso va unido inseparablemente a un acto interpretativo y de eso se encarga la semiótica.

¿Crees que el escenario mediático actual es más confuso en comparación con el que vos tenías cuando estudiabas?
​Yo estoy en la FIC desde hace dos años y a menudo comento que “vengo del futuro”, al igual que en esas películas de ciencia ficción. En Canadá daba clases de primer, tercer, cuarto año y postgrado y me sentía realmente apesadumbrado por la tecnología: había un nivel de wi-fi fabuloso, las instalaciones eran anfiteatros con pantallas gigantes, pero servía para nada.  Tenías a doscientos tipos sentados, pero todos con la computadora. Nadie hacía lo que en inglés se dice de manera tan linda, el eye contact. No querían exponerse: pedías la palabra y sentías como que les estaba haciendo la peor cosa del mundo, cuando en realidad lo que los estudiantes vienen a hacer a la universidad es jugársela. Para responder a tu pregunta concreta y haciendo referencia al psicólogo de la percepción [James] Gibson, el smartphone, las redes y Wikipedia son una affordance, algo que se puede tomar con las manos y que está hecho para eso, como el pestillo de una puerta. Un affordance admirable, ¿cómo negarlo? Yo puedo bajar libros electrónicos de todos lados, revistas. Es maravilloso.  Pero en las clases que doy ya está empezando lo que me pasaba en Canadá. El planteo que hago es desafiante y te da entre lástima y fastidio ver a los tipos bichando otra cosa en el celular. Así como yo era un prisionero en esa isla uruguaya de dictadura en los años 70’ en la que no había libros y vos te atesorabas cualquier información, hoy los tipos dicen: “bueno después entro a internet donde está el libro subido y lo miro”.  Una especie de estado de abulia: ese “después” nunca llega porque el multitasking te obliga a que siempre es más importante ver la foto de la hamburguesa que se está comiendo tu amigo. Creo que no llegamos a ese estado de Canadá: di clases de doctorado en Chile, Brasil, en Argentina y alguna acá y siempre vi que nuestra sudamericanez viene con curiosidad, con cierto interés

¿Un apetito por aprender?
¡Claro! No es que sean más o menos inteligentes, eso sería racista, yo creo que todo el mundo es capaz. Pero si vas a pasar tres horas en una clase los tipos dicen "bueno, vamo a meterle·. En cambio, esas clases en Canadá eran tétricas a todo nivel, de primer año a posgrado. Hay una postura del cliente muy distante que siempre quiere alejarse en vez de aproximarse a lo que el docente dice. ¿Viste los remedios que tienen efectos secundarios? Bueno esto es lo mismo: este mundo híper informado genera ese hastío, esa especie de “después lo miro”, que es letal porque la universidad es justamente lo contrario. La mayoría no hacen posgrado, así que es su momento para pensar, para complejizarse. Empiezo a detectar eso que yo llamo anti intelectualismo. Es trágico, porque si no te das cuenta la importancia que tiene eso, hagas lo que hagas después, —ya seas empresario, vendedor o reportero— es tu momento para darte cuenta de cosas. No hay un después, eso es un autoengaño. “Cuando me reciba”, dicen. ¿Recibirse de qué? ¿Para qué querés ese cartón?



¿Coincidís con la elección del Diccionario de Cambridge del término "post verdad" como palabra del año? (2016)
Hay una tendencia en esta institución y en esta carrera a decir que toda realidad está “construida”, una palabra que está de moda. Cuando se habla de post verdad a mí me pone muy mal porque la semiótica tiene en su horizonte a la verdad. ¿Existe un elemento de interpretación en todo signo? Lo hay, se puede errar. Peirce habla del falibilismo: toda representación del mundo viene acompañado de un grado de error. Con esto no hago un culto dogmático diciendo que no hay más que verdades y tampoco niego que el documental tiene una carga ideológica al igual que un informativo, pero eso no hace que la verdad pierda su valor. Si vos le sacás el valor de la verdad, es hacer del cambalache una teoría ideológica. ¿Para qué hay comisiones de justicia y verdad si todo es relativo? Entonces lo que va a decir el torturador tendría que ser equivalente al que lo acusa de crímenes de lessa humanidad. Y no es así. Si estás socavando el concepto de verdad, ¿que quiere decir eso de post verdad? ¿Los medios inventan lo que quieren? Por supuesto que no.

¿Y como se explica cuando prima un sentimiento frente a los hechos en la decisión de una persona?
Claro, pero hay cosas fácticas involucradas. ¿Dónde están los que votaron a Trump? En pueblos y ciudades chicas: Obama no solucionó la economía para esa gente. No es que esa gente sea mala —como dijo Hillary Clinton en un momento infortunado refiriéndose a ellos como una canasta de gente deplorable— sino que son personas que no están conformes. Es una insatisfacción como lo que pasó en Alemania con la elección de Adolf Hitler. Creo que siempre ha existido el elemento carismático. Mirá a Nelson Mandela: más allá de que soportó esa prisión horrible y un montón de cosas, él era carismático. O el muy debatido José “Pepe” Mujica, que ves sus discursos en Naciones Unidas y ves que hay un elemento carismático. Habla como pobre, se viste como pobre. Ese elemento no sería la post verdad, al revés: la gente escudriña a la persona y dice, “ah, ese vive como campesino, anda en un coche viejo”. Me parece que es riesgoso porque la verdad es un tema demasiado precioso. Si lo de la post verdad fuera cierto habría que desmantelar la FIC (Facultad de Información y Comunicación) y volver al mundo pre racional. Errar mil veces, sí: pero la verdad tiene que ser tu horizonte para llegar a interactuar. Está todo hecho para que el ser humano llegue a lo real a pesar del dogmatismo, las emociones y la psicología que te juega en contra. La verdad es la única forma de acceder a lo real, y si no intentás acceder a lo real estás frito, yendo por el mundo hacia ninguna parte.


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