Tomás Gaeta, Santiago Medina, Josefina Mösle. Con la tecnología de Blogger.

Michelle Suárez: “Soy la ONU de las discriminaciones: soy mujer, trans, obesa y comunista"

Michelle Suárez

Entrevista a Michelle Suárez
Por: Josefina Mösle

Click aquí para ver la nota en formato multimedia.

El Bar Gran Sportsman bulle con el sonido a conversación, a tazas de café chocando con platos y a los gritos de los mozos, que caminan aquí y allá entre mesas y sillas con una destreza envidiable. A Michelle Suárez la están esperando dos mujeres en una mesa, y apenas terminan la consulta, otras dos mujeres toman su lugar. Es que la primera senadora transexual del Uruguay es además abogada, y ese boliche es su oficina. En las últimas semanas, desde que Michelle reemplazó al comunista Marcos Carámbula en su asiento en el Senado, su vida se ha transformado, según ella, “en un Gran Hermano”, y ahora no sólo la consultan sus clientes, sino que también se le acerca gente a sacarse fotos, a hacerle preguntas, o simplemente a conversar con ella. Los escucha a todos.

Michelle Suárez tiene 34 años, y es de Salinas, Canelones. A los 15 años se dio cuenta que no era hombre, y hasta el día de hoy prefiere no recordar qué nombre llevaba antes de su transformación. 

Con su chal rojo fuego, sus labios a juego, su mirada determinada y su tono de voz enérgico, salta a la vista que Michelle es una mujer particular. Con su activismo en el Colectivo Ovejas Negras y su posterior participación en el Partido Comunista, la abogada se forjó su lugar en la banca en el Senado. Pero no fue un camino fácil, y aunque muchos se imaginarían que el hecho de llegar a esa instancia política sería un motivo de festejo para ella, Michelle sintió algo similar a cuando fue la primera mujer trans con un título universitario: “por un lado me siento muy honrada de poder pertenecer al órgano más representativo de la democracia uruguaya, pero por otro lado, me parece que la situación delata una vulnerabilidad histórica no sólo de las mujeres trans, sino de las mujeres en general. En Uruguay más del 50% de la población son mujeres, pero la minoría ocupan cargos de representación”.

Es que, según la senadora, las mujeres transexuales en Uruguay están viviendo una aguda vulneración de derechos. A muy corta edad, generalmente en los albores de la adolescencia, la mujer transexual manifiesta que su identidad no coincide con sus genitales y es expulsada de su seno familiar y excluida del sistema educativo por hostigamiento. “Lo que termina pasando es que quedan acorraladas, encontrando como única vía de sobrevivencia el trabajo sexual, con todo lo que eso conlleva”, relata Michelle. El corolario de esta situación es “que cualquier ciudadano uruguayo tiene una expectativa de vida mayor a 70 años, y las mujeres trans tenemos una expectativa de vida de 35. Yo tengo 34, me queda mi último año”, remata amargamente. De ahí que su primer objetivo como senadora sea lograr la aprobación del proyecto de Ley Integral Trans, el cual busca otorgar protecciones y derechos fundamentales a la población transexual uruguaya. 



Michelle tuvo una infancia “muy bella, sumamente disfrutable”, ya que contó con el cobijo de sus padres, que no sancionaban su sentir. La senadora narra que un día del niño, cuando era pequeña, su madre la llevó a una juguetería. “Había un sector que era supuestamente para varones, el cual a mí no me interesaba, y un sector supuestamente para niñas. A mí me gustaba un auto gigantesco de colores para poner muñecas, costosísimo”, cuenta, y recuerda que quedó totalmente prendada de ese juguete, a tal punto que su madre le preguntó si le gustaba. “‘Sí, me encanta’, le dije muy tímidamente. Y mi madre me dijo, ‘bueno, los varones también juegan con autos’, y me lo compró. Obviamente ella no demostraba que sabía perfectamente cuál era mi sentir, y me permitía que yo madurara a mi manera, con mucha libertad”, rememora Michelle. 

Pero no todo sería color de rosa. Llegó la adolescencia, y con ella, su afirmación como mujer, la cual supuso un gran quiebre en su vida. “Me dio la sensación de que hasta los 15 años era alguien querida, respetada por mi entorno social, valorada, y que un día me acosté, y cuando desperté yo era una degenerada social que todo el mundo hostigaba, y que todo aquello que yo era o que de alguna manera tenía algún valor social en mí, se había desvanecido”, evoca. Fue entonces cuando comenzó el hostigamiento en el liceo. Los momentos desagradables no demoraron en sucederse, y Michelle tuvo que desarrollar una gruesa piel que le permitiera evitar los embates ajenos: “los enemigos estaban afuera. El problema era salir de casa, porque recuerdo que cada mañana, antes de ir al liceo, cerraba la puerta, respiraba hondo y decía: ‘pues bien, un día más. Hay que aguantar un día más’”. 

Poco después de su transformación, Michelle comenzó a sufrir en carne propia el prejuicio de la hipersexualización de la mujer transexual, debido al cual se cree que “por el hecho de ser una mujer trans, necesariamente querés acostarte con todos los hombres a la redonda”. La senadora quedó marcada por lo que llamó el momento “más desagradable” de su vida, cuando el padre de una compañera de su infancia quiso explotarla sexualmente. “Era una persona que yo conocía desde mi infancia, una persona que para mí era ‘el papá de’ de toda la vida”, recuerda. “Creí que paraba para saludarme, pero me ofreció dinero por tener relaciones sexuales. Para mí fue una situación de derrumbe, porque no podía creer lo que estaba pasando. Lo primero que pensé fue: ¿a él le gustaría que esta situación le pase a su hija, que tiene la misma edad que yo, que va a los mismos lugares, que está en la misma etapa de maduración?”, reflexiona Michelle. Nunca le contó a su amiga. Simplemente se dio vuelta y volvió a su casa.  “Si bien fue una etapa muy dura, sentí que ese era el precio de mi libertad. Si yo pretendía ser libre tenía que pagar un precio; era un precio alto, pero yo estuve dispuesta a pagarlo”, manifiesta con certeza. Así logró transitar la facultad y llegar a graduarse como abogada.

(Continúa luego del gráfico)
Su actividad en Ovejas Negras comenzó luego de uno de los mayores golpes de su vida: cuando perdió a su madre en 2009. En ese momento, la senadora se encontraba desbordada por una situación de dolor “que no sabía manejar, sentía que me ahogaba”, por lo que una amiga le sugirió volcar su sufrimiento a algo más productivo. Fue así como se involucró en la causa, y enseguida comenzó sus acciones con el proyecto de ley para el matrimonio igualitario. “Fue como que sentí una punción, que ese tema era el que tenía que trabajar, y en marzo de 2010 llevé al Colectivo el primer anteproyecto”, dice. Terminó siendo la redactora de la ley, que entró en vigencia en 2013 y sintió como un “gran aporte a la construcción de sociedad que proponemos”. 

Sin embargo, no quiso quedarse sentada en las gradas como mera espectadora de la situación que se estaba forjando en el país. Se integró a las filas del Partido Comunista, y hoy declara que se lleva muy bien con su partido, el cual le proporciona mucho respeto y libertad de trabajo, “pero veremos con el tiempo, porque como todo el mundo dice, ‘escoba nueva siempre barre bien”, agrega con una sonrisa. 

Tras su asunción como senadora, a través de las redes sociales se suscitaron críticas y cuestionamientos de su trabajo como abogada. Michelle les resta importancia. Su piel gruesa es a esta altura casi inquebrantable. “Para poder trabajar públicamente uno no tiene que apropiarse de la mirada ajena, ni de la buena, ni de la mala, porque es la única manera de tener libertad para actuar. Lo único que puede mostrar cuál es el actuar es el trabajo, no las palabras”, afirma, y asegura que nunca apareció en el ojo público por su vida personal, sino por su actividad en colectivos.

Con respecto al grado de igualdad que existe hoy en Uruguay, la senadora explica que a su criterio, “Uruguay trata de avanzar, hay un comienzo de evolución de la conciencia colectiva, pero eso no significa que no discrimina; significa que está mejorando”. Recuerda que en su adolescencia era común “escuchar que alguien dijera ‘a los putos hay que matarlos a todos’, y que incluso causara gracia, que nadie alzara la voz para decir nada, y que incluso quienes estaban en contra temerosamente guardaran silencio”, y enfatiza así que hoy cualquier declaración de este tipo sería políticamente incorrecta y supondría una avalancha de reacciones negativas. “Esto es como ver la mitad del vaso lleno o la mitad del vaso vacío. ¿Hemos avanzado? Sí. ¿Nos queda mucho por hacer? Sí”, sostiene.

El trabajo recién empieza. Hoy, para Michelle ser una mujer trans sigue siendo una carga muy pesada. “Todas somos discriminadas. Yo en mi caso soy la ONU de las discriminaciones: soy mujer, trans, obesa y comunista”, y aunque la afirmación parecía esconder algún dejo de broma, cuando termina de pronunciarla su rostro es totalmente serio. La primera senadora transexual en Uruguay guarda silencio. Espera su turno para luchar, desde su asiento en el Parlamento y su mesa del Gran Sportsman, por la igualdad de todos los uruguayos. 

No hay comentarios