Mientras la gastronomía en Montevideo lucha por salir de sus casilleros tradicionales, surgen propuestas, como la de Montevideo Mealsurfing, a cargo de chefs extranjeros y mentes innovadoras.
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Montevideo Mealsurfing, por Fuente y Palabra |
En las noches del 2, 3 y 4 de junio, varios desconocidos se reunieron a degustar un menú de cinco pasos en el edificio de Scotiabank. “La cena de los condenados” consistió en platos elaborados en el momento, en los que se fusionaron la cocina francesa y la tailandesa. Sin embargo, los comensales no lo supieron hasta que el plato estuvo ante sus ojos.
Esta innovadora propuesta estuvo a cargo de La Montevideo Mealsurfing, emprendimiento culinario fundado tres años atrás por Irene Schreiber. La empresa organiza cenas temáticas esporádicas para un número reducido de personas. Ellas no se conocen entre sí ni saben qué comerán. Atraídas por el secretismo del encuentro, reservan su lugar en la mesa a $1500 y se disponen a disfrutar de lo que, según Schreiber, es una “experiencia de gran intercambio cultural. Aunque pueda parecer incómodo, al terminar la comida no se quieren ir”.
Schreiber nació en Venezuela, se recibió de periodista y trabajó para la Agencia Reuters. No obstante, ha dejado de ejercer la profesión y desde hace seis años vive en Uruguay, donde —además de ofrecer este servicio— ha fundado Santé, restaurante en Ciudad Vieja. Al llegar al país le sorprendió la carencia de propuestas gastronómicas, lo que se convirtió en una de las principales motivaciones para la creación de La Montevideo Mealsurfing. Si bien reconoce que muchos chefs locales buscan impulsar productos nativos, cree que “en Uruguay falta historia gastronómica”.
Esta dura afirmación refleja una realidad que, de a poco, parece transformarse. Cada vez son más las personas que emprenden en el rubro. Propuestas como Degusto — feria de sabores locales— o Mesabrava (restaurante itinerante a puertas cerradas) son solo algunos de los ejemplos. El pasado 3 de junio, Fuente y Palabra estuvo en Paseo Rostand, evento que se realiza desde hace cinco años. Inicialmente consistía en la venta de indumentaria y accesorios de diseñadores locales pero, con el tiempo, se ha convertido también en un recorrido lleno de propuestas culinarias. Geraldine Lewi, organizadora del evento, enumeró a Fuente y Palabra algunas de ellas: puestos de comida orgánica, foodtrucks de chivitos y más sabores autóctonos, cordero asado, arepas, entre otras.
Sin embargo, el mercado uruguayo padece su tamaño. No todas las iniciativas, por más buenas e innovadoras que sean, pueden subsistir. Un ejemplo de ello es el reciente anuncio de puesta en pausa de Club de Chefs. Fuente y Palabra dialogó con uno de sus fundadores, Claudio Lombardo, quien explicó que su principal motivación era emprender en el rubro de foodtech, unión entre comida y medios digitales. En ese sentido, Club de Chefs convocaba semanalmente a un cocinero con un estilo gastronómico particular, y se encargaba de vender y llevar la comida a quienes estuvieran interesados. “Era el punto medio entre un delivery y la experiencia del restaurante. Queríamos ofrecer un producto de calidad”, explicó Lombardo. Llegaron a tener 3.500 compradores, con precios que oscilaban entre los $380 y $420 pero, actualmente, están buscando inversores para poder atraer mayor público.
En el tiempo que Club de Chefs estuvo activo, Lombardo notó que el paladar uruguayo no está acostumbrado a las novedades. Los ñoquis del 29 de cada mes y las picadas en los días de partido fueron los productos más requeridos. Pero este conservadurismo, tradicionalismo tampoco ha sido debidamente explotado. “Si Uruguay tuviera más cabeza de negocios, haría que el bar fuese algo autóctono como en muchas partes del mundo. El puchero, lo que se come en casa, adquiriría valor”, manifestó.
Banquete, emprendimiento que con el tiempo demostró no ser sustentable, se proponía esto. Martina Alonso, su fundadora, contó a Fuente y Palabra que se trataba de “la entrega semanal de una caja con tres recetas, explicadas paso a paso, y los ingredientes necesarios para hacer dos porciones de cada una de ellas. Los puntos fuertes eran la estética cuidada, los productos frescos y el atractivo gourmet”. En Estados Unidos este modelo de negocio funciona pero, en el caso de Banquete, la logística suponía demasiado esfuerzo para los 35, 40 pedidos semanales promedio.“La oferta está limitada por la demanda, hay poco margen para explorar. Pero el mercado está empezando a cambiar, el ecosistema culinario está floreciendo”, explicó Lombardo.
Los altos picos de rating de MasterChef, el interés por la cerveza artesanal y los productos orgánicos, así como tantos otros fenómenos no son casuales. En 2015 fue fundada la Asociación Gastronómica del Uruguay, que entre otras cosas, busca “promover la cocina uruguaya y defender su patrimonio como parte esencial de la cultura”. Por ejemplo, en el último tiempo ha tratado de darle a la pesca un lugar privilegiado, siendo Uruguay un país costero.
Proyectos como La Montevideo Mealsurfing, Banquete, Club de Chefs y Paseo Rostand dan cuenta de esta necesaria valoración que la gastronomía uruguaya está experimentando. El panorama es positivo: “estamos mucho más receptivos que hace diez años. Mientras la economía esté bien, van a surgir estas propuestas de nicho”, razonó Lombardo. “Es un cambio de cabeza, hay que jugársela”, concluyó Schrieber.

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