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Cultura inclusiva: ciclo de cine accesible

El pasado 23 de junio se dio inicio a un ciclo de cine con audiodescripciones, en la Sala Bauzá de la Universidad Católica. A través de este se busca incluir a personas ciegas en un circuito de espectáculos que, generalmente, no es concebido teniéndolas en cuenta.

Foto: Florencia Fascioli


El Ciclo de Cine Accesible fue impulsado por Red MATE, programa de inclusión educativa a cargo de la Unión Nacional de Ciegos del Uruguay. Desde un principio contó con el respaldo del Departamento de Comunicación de la UCU —que ha desarrollado un programa de accesibilidad audiovisual— y de Geduca, asociación sin fines de lucro comprometida con la igualdad de género y respeto a la diversidad sexual.La propuesta consiste en la proyección de una película con audiodescripciones que refleje realidades socioculturales críticas. Al finalizar, se invita a los participantes a reflexionar sobre lo visto/escuchado, con panelistas especialmente invitados.


 Según Ruben Oroz, psicólogo coordinador de la actividad, “cuando la persona con discapacidad visual queda por fuera del espectáculo, también queda por fuera de la cultura. Eso es muy malo. Consideramos que lo que realizamos es una forma de derribar la muralla que separa a las personas que tienen discapacidad de las que no”. En este sentido, la convocatoria es gratuita y abierta a todo público, por lo que quienes estén interesados pueden participar de los tres encuentros restantes. Estos se realizarán los próximos viernes 30, 7 y 14, a las 19 horas, en la Sala Bauzá de la Universidad Católica. Los largometrajes exhibidos serán La piel que habito (que aborda la diversidad sexual), El bola (sobre  bullying) e Intocable, que trata sobre la discapacidad física. El pasado viernes la película escogida fue Te doy mis ojos, acerca de la violencia de género en la pareja.


Fuente y Palabra contactó a Gabriel Soto, presidente de la UNCU, quien destacó la importancia de esta y otras iniciativas culturales. Explicó que desde la organización trabajan “por los derechos de todas las personas con discapacidad visual, especialmente por el de acceso al trabajo y la educación”. Para ello, cuentan con dos programas: Red MATE (mencionado previamente) y ÁGORA, orientado a la inserción laboral. Las líneas de trabajo son varias; desde capacitaciones a docentes de alumnos ciegos y provisión de materiales, hasta la gestión de un callcenter que permite que se acostumbren a la cultura de trabajo.
Soto reconoce que liderar la UNCU —que fue fundada en 1950— no es una tarea sencilla: “mi mayor desafío es ser capaz de responder a las dudas y problemáticas de la gente sobre sus derechos. Esto es algo que no siempre se logra, ya sea por ineficiencia de uno o falta de compresión de los demás. Somos un colectivo muy chico y a veces cuesta transmitir”. A esto se le suma la desinformación y estigmatización de la ceguera en la sociedad. “Las mayores barreras que tenemos son sociales, se nos presentan todos los días, y poco a poco nos incapacitan más. Durante décadas nuestra ceguera fue abordada desde un paradigma asistencialista. Pero nosotros necesitamos ser conductores de nuestro futuro: apoyo, no asistencia”.
En 2016, Uruguay y 27 países más firmaron el Tratado de Marrakech. Este busca facilitar el acceso de personas ciegas o con cierto grado de discapacidad visual a los textos impresos. Para ello, la UNCU está terminando de redactar un decreto que será presentado ante el Poder Ejecutivo y, de ser aprobado, servirá como excepción al Derecho de Autor, facilitando el versionado de libros en braille. Este es uno de los logros más significativos de la asociación en los últimos tiempos. Para que el acceso a los bienes culturales de los no videntes sea pleno, la reivindicación de sus derechos debe estar garantizada por la ley. El Tratado de Marrakech (respaldado por la Convención Internacional sobre los Derechos de Personas con Discapacidad, de la ONU) rompe con el paradigma asistencialista mencionado. Según el presidente de la UNCU, “plantea la discapacidad como un problema transversal de la sociedad que afecta la educación, trabajo, salud, cultura, y más”.

Gabriel Soto en el Auditororio Nacional del SODRE (Foto: Sumar. Conferencias Ciudadanas)
Por otra parte, más allá de los avances en materia legislativa, y de los intentos por estar en igualdad de condición con quienes no tienen una discapacidad, desde la UNCU se encargan de generar actividades culturales especialmente pensadas para ciegos. Uno de los ejemplos más relevantes es la formación de una agrupación de candombe, que se presentó en dos desfiles de Llamadas consecutivos. También son destacables los talleres literarios y las clases de braille.
Si bien la asociación tiene un diálogo fluido con la mayoría de las organizaciones gubernamentales, y muchas personas se suman a las propuestas, Soto explica que “defender los derechos no es fácil. Nos peleamos entre todos, es muy difícil conciliar los intereses”. Por ejemplo, las clases de candombe y un taller de música que antes se dictaban, tuvieron que ser puestos en pausa y aún no se sabe si volverán.
Afortunadamente, también hay iniciativas privadas que amplían la posibilidad de ponerse en contacto con la cultura. Desde la UNCU, el apoyo es total. Dos ejemplos de ello son las clases de pintura de Marcela Cozzo y Rogelio Osorio, que antes impartían en conjunto. “Muchas veces se pensó que una persona ciega no podía expresar un arte pictórico y sí puede, es una excelente forma de expresión”. Fuente y Palabra tuvo la oportunidad de hablar con ambos profesores y algunas de sus alumnas, quienes facilitaron la comprensión de la dinámica.
Cozzo es ingeniera química de profesión y desde 2010 está a cargo de Aromarte, taller que dicta todos los viernes en el boliche inclusivo Kalima, situado en Jackson y Durazno. Cada pintura tiene un aroma único y gracias a este, sus alumnas pueden identificar de qué color se trata. Según la profesora, “cada una trae sus distintos proyectos. Cuando una persona es nueva sí hay cosas más pautadas, como aprender a reconocer las pinturas por el aroma, pero cada una tiene sus intereses”. Margot Bauhhoff fue perdiendo la vista debido a una enfermedad congénita; de todas las aprendices es la que más involucra el tacto en la ejecución de sus obras. Victoria Cortazzo, quien tiene baja visión, es la que mejor domina la brocha. Glicina Medina (que nació siendo ciega) usa mucho el negro y tiende a utilizar una paleta de colores más reducida. Blanca Soca y Alejandra Grossio, las restantes alumnas de Cozzo, no estaban presentes el día que FyP visitó el taller.
Bauhhoff explicó que su primera experiencia “fue increíble”, ya que cuando podía ver nunca se había interesado en esta forma artística, pero enseguida quedó “atrapada”. Todos los años realizan una muestra de sus trabajos, en la que el público puede ver las nuevas técnicas aprendidas y su evolución. Al respecto, Margot dijo: “es increíble la imaginación de la gente frente a nuestras obras. Tratan de encontrar símbolos y nuevos significados”.


Sin embargo, desde que Cozzo empezó a dar clase, no solo se ha dedicado a enseñar. También ella ha aprendido a darse cuenta de asunciones que quienes podemos ver hemos naturalizado y que, de otra forma, nunca se hubiese cuestionado. Por ejemplo, explicó: “algo que aprendí de ella Glicina es que todo el tiempo decimos cosas inexactas. Las telas de araña, por ejemplo, ella se las imaginaba como una tela. Al vino blanco, blanco. Te das cuenta de que usamos todo el tiempo expresiones que, si bien entendemos entre nosotros, no corresponden con lo que estamos viendo”.
Rogelio Osorio —quien es artista plástico de profesión— da clases de pintura desde hace más de 25 años, en un taller ubicado en Simón Bolívar y Rivera. Para él, la ceguera ni siquiera debería ser considerada una limitación: “no son ‘no videntes’; no deberían ser definidos por la negativa, por lo que no son”.
Al igual que Cozzo, dijo haberse enriquecido desde que comenzó. Tiene cuatro alumnos —Ana, Teresa, Linda y Néstor— a quienes, según contó a Fuente y Palabra, trata de inculcarles que no existen los errores en esta forma artística. Da explicaciones precisas de las consignas y trata de elaborar instancias innovadoras de aprendizaje. Por ejemplo, ha generado salidas fuera del taller, con el fin de evocar sentimientos que sirvan de inspiración al momento de pintar. Otros ejemplos de la creatividad de sus propuestas son la descripción de rasgos de las personas para que sus alumnos puedan “copiar”, así como la representación de conceptos tales como “sonido de grillos”, lo que necesariamente fuerza la abstracción.
Pese a los obstáculos que naturalmente las personas ciegas tienen que sortear, en Uruguay cada vez hay más posibilidades de disfrutar instancias culturales. Los ejemplos anteriores únicamente son muestras de ello. Sin embargo, para que esta tendencia continúe creciendo, según Soto, es clave asumir la discapacidad y reclamar la necesidad de que se den cambios. Concluyó: “es doloroso, siempre lo va a ser. Pero uno tiene que estar en la calle para que se den esos cambios, nadie va a venir con la varita mágica. Es la actitud que uno tiene que tener para poder seguir disfrutando de las cosas. Hay que buscar otras herramientas y estrategias para disfrutar la vida”.

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