Tomás Gaeta, Santiago Medina, Josefina Mösle. Con la tecnología de Blogger.

¿Seremos los uruguayos tan ilustrados como valientes?

A 201 años de la fundación de la Biblioteca Nacional, Fuente y Palabra analiza cuánto se incentiva a los uruguayos a leer e informarse.

Foto tomada por Fuente y Palabra en la "siembra" de libros, realizada en la Biblioteca Nacional el pasado 26 de mayo.


La Biblioteca Nacional cumplió 201 años el pasado 26 de mayo, fecha en la que también se conmemora el Día Internacional del Libro. Para celebrar ambos acontecimientos, se llevaron a cabo varias propuestas. La más novedosa de ellas fue una “siembra de libros” que se realizó en la tarde del viernes en la recepción de la institución.
Este tipo de dinámica, que en los últimos años se ha consolidado mundialmente, supone el intercambio voluntario de libros entre personas que no se conocen. En este caso, la convocatoria fue abierta a todo público a través de Facebook y otras redes sociales. Así fue como lectores de todas las edades intercambiaron libros de las más variadas temáticas -desde cuentos infantiles hasta materiales académicos- en el emblemático edificio de 18 de julio y Tristán Narvaja.
No obstante, las quejas no tardaron en llegar. El comentario generalizado de los participantes fue que muchas personas habían llevado “malos” libros, generando un intercambio “desproporcionado”. También, muchos fueron críticos de la organización de la siembra, teniendo en cuenta que los libros estaban dispuestos sobre mesas atravesadas a lo ancho de la recepción, obstaculizando el pasaje de otras personas que habían ido a la Biblioteca para disfrutar de las visitas guiadas que se ofrecían gratuitamente por los 201 años. A pesar del gran volumen de personas que se mostraron interesadas, varias de ellas se retiraron antes de que culminara, ya que desde el fondo no podían oír ni ver lo que estaba siendo explicado.
Por otra parte, fue destacable la variedad de públicos que ambos eventos convocaron. Desde niños hasta señores de bastón, pasando por adolescentes con y sin uniformes liceales; todos se reunieron en torno al homenajeado: el libro. Lamentablemente, esto no es algo que suceda con frecuencia en la Biblioteca Nacional. Fuente y Palabra dialogó con Teresa Alciaturi, Licenciada en Bibliotecología y Jefa del Dpto. de Servicio al Público desde 2009, quien se mostró reacia a ciertas visitas a la Biblioteca Nacional y confesó ser una reglamentarista. Explicó la necesidad de una “una política de bibliotecas. Que los niños puedan ir a las escolares, los liceales a las liceales y que a la Biblioteca Nacional vengan los investigadores”. Sin embargo, dicha política no ha sido siquiera objeto de discusión, aunque sí se ha empezado el proceso de digitalización de los libros que, según Alciaturi, llevará a la “democratización” de la lectura.
Resulta discutible si esta propuesta de segmentar los públicos es necesaria. Cuando Dámaso Antonio Larrañaga fundó la Biblioteca Nacional, pretendía hacer carne la frase “sean los orientales tan ilustrados como valientes”, acuñada por Artigas. Y basta caminar por Tristán Narvaja, recorriendo las numerosas librerías de libros nuevos y usados, para ver cómo el intercambio entre distintos públicos enriquece el hábito de lectura.
Foto tomada por Fuente y Palabra en Rayuela, una de las tantas librerías que hacen de Tristán Narvaja una parada obligada para los amantes de los libros.

Roberto Gomensoro es dueño de Rayuela, librería que desde hace veinte años está abierta al público en dicha calle. Para él, “Tristán Narvaja es una calle muy democrática. Tenemos desde un público trabajador que tiene que contar las monedas, hasta gente que se baja de una 4x4”. Por otra parte, explicó que las personas no solo llegan a su local en busca de precios más bajos. También lo hacen esperando encontrar libros que no son vendidos en otras grandes superficies.
Rayuela tiene un encanto particular. Libros con tapas de cuero y páginas amarillas que datan del siglo XVIII, conviven con ediciones de bolsillo de los últimos best sellers. Gomensoro explicó que la gente se acerca a vender los libros que ya no usa, pero también él busca bibliotecas particulares que comprar. Su última adquisición fue un lote de 3.000 obras, que guarda distribuido en setenta, ochenta cajones en el depósito.
Esta búsqueda de mercadería lo ha llevado a encontrar nuevos autores y a redescubrir otros que había olvidado. “Si el libro es bueno, lo guardás. La experiencia te dice que alguien va a venir a pedírtelo”, argumentó. En sus años de actividad, Gomensoro ha aprendido a identificar que los intereses literarios son cíclicos. “Hay libros de moda, temáticas de moda. Hay autores que se dejan de leer. Había cosas, cuando empecé mi carrera, que se vendían mucho y ahora no. Está muy vivo todo, es una cosa que está viva”, explicó.
Caminando por Tristán Narvaja, apenas unos metros más abajo desde la Avenida 18 de julio, se encuentra la Librería Babilonia. Fuente y Palabra conversó con Joel, vendedor y encargado del local, quien hizo eco de muchas de las afirmaciones de Gomensoro. Explicó que la librería “tiene un encanto particular, se cuida mucho. Las estanterías de madera, los adoquines, las enredaderas, las máscaras: todo pensado”. Por otra parte, coincidió con el dueño de Rayuela al reconocer cierta cuota fetichista y coleccionista que tiene el lector que se acerca a Tristán Narvaja. Dentro de Babilonia hay un estante entero dedicado a libros escritos en árabe. A Rayuela —mientras Gomensoro dialogaba con Fuente y Palabra— una joven se acercó preguntando por El chino de Henning Mankell, y una niña entró con su padre, buscando específicamente una obra de su interés.
La democracia de la lectura, como oportunamente catalogó Gomensoro, no solo se aplica a la posibilidad de elección del lector-consumidor. En Uruguay existen varias organizaciones que buscan, realmente, hacer que todos seamos “tan ilustrados como valientes”. Una de ellas es la Biblioteca Nuestros Hijos, fundada por las madres de los fallecidos en el accidente aéreo de Los Andes, en 1972. A pesar de que muchas de ellas ya no viven, sus descendientes se encargan de continuar con la labor que empezaron.
Susana Danree es una de ellas. En conversación con Fuente y Palabra, explicó las tres grandes vías por las que Nuestros Hijos colabora al hábito de la lectura, como acervo de todos los uruguayos. Por un lado, cuentan con más de 6.000 libros en español, inglés y francés, a los que los socios pueden acceder pagando una cuota mensual bastante accesible. Por otro, tienen una sección de materiales académicos, liceales y escolares. Todas las personas pueden acceder a ellos de manera gratuita, únicamente dejando constancia de su cédula de identidad. “No solo estudiantes vienen. También lo hacen profesores de literatura e historia, porque tenemos un archivo impresionante”, explicó Danree.
El tercer aspecto de la labor de Nuestros Hijos probablemente sea el más relevante. Con la cuota de los poco más de trescientos socios, y con la colaboración de instituciones y particulares, desde hace tiempo financian una clase atípica de becas. Estas corresponden a la entrega de todos los libros y materiales de estudio a escolares y liceales, que no pueden acceder a ellos por sus altos costos. Cada beca le cuesta a la organización aproximadamente $14.000, y el año pasado pudieron entregar 93. Para acceder a ellas, “vienen los padres con las notas y ahí nosotros nos fijamos. En lo que más nos fijamos es en la asistencia. Ese es el fin de la biblioteca: que ningún niño o adolescente se quede sin estudiar por no tener plata para comprar libros”, explicó Danree.
A 201 años de la fundación de la Biblioteca Nacional, el sentimiento es amargo. Pese a la cantidad de libros con la que cuenta, las lustrosas sillas de madera de la fría y oscura sala de lectura, están más vacías que ocupadas. Las pocas instancias de real intercambio entre ella y los uruguayos, para quienes fue creada, resultan poco aprovechables, ya sea por fallas organizacionales o poca divulgación. Afortunadamente, aún quedan ciudadanos que de una forma u otra contribuyen a que no se pierda el hábito de la lectura. Puesto que, en definitiva, ese es uno de los pilares para que los uruguayos seamos tan ilustrados como valientes.


Nota por:
María Pía Amorín
Rosina de Armas
Nicole Descoueyte

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