Tomás Gaeta, Santiago Medina, Josefina Mösle. Con la tecnología de Blogger.

Julieta Rada: fiel a sí misma

Entrevista por Josefina Mösle.
Foto: El País.
Julieta Rada entra al café mirando su celular, enchufada a sus auriculares, escuchando música. Se acerca a la mesa, detiene la música, se sienta, se desenchufa, se saca los lentes de sol y sonríe, tímida. Llama la atención, incluso a pesar de que su característica larga y rizada cabellera se encuentre dominada en una cola alta. Tiene casi 27 años y al principio le cuesta soltarse, pero el hablar de música la emociona visiblemente y la hace parecer aún más joven. Recientemente separada de su pareja, Nicolás “Nico” Ibarburu, Julieta está buscando nuevos horizontes. Cuando sonríe, es imposible que la mente no evoque la sonrisa del legendario músico uruguayo Ruben Rada, su padre.
Julieta no es uruguaya. Nació en Argentina, y su infancia estuvo marcada por los viajes en los que acompañó a su padre en las giras. Esos viajes cultivaron su timidez; el cambiar constantemente de escuelas la hizo guardarse un poco en su caparazón. Llegó a vivir en México un tiempo y siente que la escena musical de ese país la influyó mucho, aunque nunca volvió. Llegó de chiquita a Uruguay, donde comenzó su inmersión en el mundo de la música. Eso era inevitable: nació en una familia musical, y ese universo siempre la apasionó. Julieta sostiene que la música está tan incorporada en su cuerpo y mente que no sólo se ha transformado en su lenguaje, sino que también le dio a sus amigos e influyó en su vida entera.
Fue recién a los 16 años que Julieta descubrió algo que la haría salir de su mundo de timidez y que la haría conectarse con lo más íntimo: el canto. Al hablar de su pasión, se emociona: “no es sólo cantar notas, es hablar de mis cosas, qué cosas me trancan”, dice. “Porque cantar es eso, es proyectar, y si uno no se puede abrir bien no puede cantar bien”. Para ella, el canto es una experiencia espiritual y de conexión con uno mismo, y tocar es lo que más disfruta hacer en la vida.
Pero no todo fue color de rosas. Al principio le costó mucho incursionar en la música, ya que el hecho de ser hija de Ruben la condicionó a pensar que la invitaban sólo para caerle en gracia a su padre. Al respecto, Julieta expresa que “tenía el trauma de pensar que era obvio que me invitaban porque soy la hija de Rada, no cantaba bien, no estaba bueno lo que hacía, pero me invitaban para quedar bien con mi padre, y ahí empecé a ir a la psicóloga”. Con el tiempo, se dio cuenta de que la seguían invitando y ese momento fue como una revelación, algo mágico para ella: tenía talento.
No obstante, es consciente de que mucha gente puede pensar que está en su posición por acomodo, por ser “hija de”. Cuando habla de ello, Julieta baja la vista y se mira mucho las manos, se incomoda. “Pasa en cualquier ámbito, si sos médico sos el hijo de, también. Es así, Uruguay es muy prejuicioso y envidioso en ese sentido, y yo tengo que lidiar con eso, pero yo creo que voy a terminar ganando por cansancio”, dice, levanta la vista al fin, y se ríe. Es un alivio.


“Tenía el trauma de pensar que era obvio que me invitaban porque soy la hija de Rada”.

Al hablar de su música, finalmente se distiende. “Es bastante pop lo que hago, pero pasa por muchos lados: tiene momentos medio de jazz, medio rockeros, medio pop, medio candombe, de todo”.  A pesar de que se desliga de su padre con respecto a la creación de su música, Ruben es su referente y una gran inspiración para ella, junto a otros artistas como Michael Jackson, Stevie Wonder y las cantantes negras estadounidenses. En Uruguay, los Fattoruso y los Ibarburu son su eterna fuente de inspiración, aunque lo que más la inspira es hablar de la vida con la gente.
Julieta es tranquila. Se define como soñadora, romántica, ingenua y fanática de los libros de Harry Potter. Le emociona que la gente suba “covers” de sus canciones. La cadencia de su conversación es lenta, pero segura, y parece que medita cada palabra que va a salir de su boca, aunque lo hace con una naturalidad que asombra. Así también es su música, que fluye naturalmente de ella, y admite que no se plantea qué hacer a la hora de componer, sino que deja salir todo y luego, lo perfila. Sin embargo, aunque en la composición prefiere comodidad, dice que algo que se plantea como un desafío a futuro es cantar tango, y que algún día le gustaría estudiar algo que nada tenga que ver con la música, algo desprovisto de emociones, como las matemáticas, su materia favorita en el liceo. “Para equilibrar un poco”, dice, y se ríe, porque en realidad, no puede verse fuera de la música.


Reconoce que en Uruguay, el que se dedica a la música es porque realmente la ama, porque no es algo que dé dinero. “Tenés que salir. Ya elegir dedicarse a la música es el mayor desafío. Es muy difícil, y es muy estresante porque también uno invierte tiempo y corazón y después ves que no pasa nada, y te querés morir”. Julieta agradece el éxito que ha cosechado en Argentina y que la motiva a seguir: “si fuera por Uruguay quizá ya hubiera dejado la música”.
Igualmente, rescata muchas cosas de nuestro país, al cual concibe como una especie de yin y yang, en que todo lo malo es también lo bueno y viceversa. Además destaca que Uruguay es una gran fuente de inspiración no sólo por sus increíbles paisajes, sino también por la melancolía que emana del país. “Hay una cantidad de músicos increíbles, todo el mundo toca algún instrumento, eso es impresionante. Vas por la calle y siempre ves a alguien con una guitarra colgada. Capaz seríamos todos músicos pero no podríamos vivir todos de eso entonces siempre tenés a alguien que te dice que estudies otra cosa, porque no vas a poder vivir de la música”, reflexiona.


“Si fuera por Uruguay quizá ya hubiera dejado la música”.

Ella es su propia mánager y productora. No siempre fue así: sus padres fueron de gran apoyo para ella en la producción de su primer disco, “Afrozen”, y tuvo mánager propio hasta antes de lanzar “Corazón diamante”, su segundo disco. A partir de ese momento, decidió hacer su propio camino e independizarse completamente y así comenzó a madurar, a ser una persona “mejor y más adulta”. Para “Corazón diamante”, la cantante pidió apoyo al Fondo Nacional de Música, y se encargó de que sus padres no tuvieran que poner ni un peso en su álbum. Contra viento y marea, finalmente lo logró.
En Argentina resultó ser aún más difícil. Las discográficas de la vecina orilla no estaban conformes con el disco, ya que les parecía poco comercial. “A mí mi disco me parecía súper comercial en una bien, súper musical, y bien cuidado. Me parecía comercial en el sentido de que si lo pasan por la radio a alguien se le puede quedar pegada la canción, pero por atrás están los mejores músicos del Uruguay y está bien hecho”, cuenta Julieta. Entonces siguió buscando. En ningún momento dudó en cambiar su disco para adaptarse a los requerimientos de las discográficas argentinas. Al final salió por Epsa en Argentina y Bizarro en Uruguay. “Con ese disco me nominaron a los Grammys, me gané un Premio Gardel y el Graffiti que son súper importantes, hice un montón de giras, y a cada lado que voy siempre hay más gente y la gente sale re copada de los shows, y eso es lo importante”, reconoce orgullosa la cantante, y es el único momento en el que habla más rápido que lo acostumbrado y se la ve visiblemente entusiasmada.



La cantante recuerda la ceremonia de los Grammys como una gran experiencia que le dejó un gusto amargo; el caminar en la alfombra roja y ser asediada por flashes y preguntas de personas desconocidas le hizo reflexionar sobre la música como comercio y el músico como producto que se vende al mundo. Para ella lo importante es la música en sí, tomar influencias de distintos estilos, escuchar, pero siempre mantener la propia esencia: esa, para ella, es la base del triunfo en el universo musical: “ser auténtico, hacer lo que te gusta siempre, no dejarse llevar por el mercado. Y escuchar toda la música que puedas”.
Cuando habla de su padre, sus ojos se iluminan. Un gran consejo que le dio Ruben es que lo importante es la canción, y que no importa tener la mejor voz, sino lo que transmite esa voz. “Hay gente que canta perfecto y afinado, y a mí no me pasa nada. Fito Páez desafina y a veces no tiene voz, y me pongo a llorar. Pasa por ese lado”, afirma Julieta.
Este mes, la cantante se irá por un mes a Los Ángeles a buscar nuevos caminos. Allí se reunirá con un guitarrista amigo, y su idea es componer temas nuevos, grabar y hacer contactos. Su sueño mayor para ese mes de viaje en solitario es poder conocer a Stevie Wonder.


Hay gente que canta perfecto y afinado, y a mí no me pasa nada.
Fito Páez desafina y a veces no tiene voz, y me pongo a llorar.
Pasa por ese lado”.

En su música, prevé un gran cambio: “Yo siempre compuse todo de la mano de “Nico” Ibarburu, y ahora que no estamos más juntos tengo que arrancar todo sola, y ahí supongo que voy a evolucionar mucho más. Vamos a ver qué me espera”, y su sonrisa tímida asoma.
Apenas terminamos de hablar, Julieta saca sus auriculares, los enchufa al celular y los conecta a sus oídos. Le hago una broma con que no pierda los auriculares, y me comenta que tiene varios pares de repuesto por si acaso, ya que sin ellos no sabría qué hacer. Nos despedimos, la veo caminar hacia el lado opuesto de la acera, y apenas se aleja un poco, se pone los lentes de sol y apreta “play” en el reproductor musical. Su caminar es como un paso de baile. Su vida es música.

1 comentario

  1. Muy buena la entrevista. Julieta siempre tan humilde. Vale la pena irla a ver y escuchar su voz, salir del prejuicio del hija de como bien dice y sentarse a disfrutar del talento de esta chica. Muy bien lograda la entrevista, atrapa de principio a fin. Felicitaciones

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